El edificio es de una sencillez absoluta, careciendo de los tópicos decorativos tan propios de las haciendas tradicionales. En la actualidad conserva intactas sus estructuras y dependencias, que no han necesitado de grandes reformas para continuar en uso. Evidentemente, su condición industrial ha hecho que le resulte más fácil adaptarse a los nuevos tiempos que a otros edificios de mayor tradición histórica.

Llama la atención la regularidad de su caserío, cuyas dependencias se distribuyen en torno a un patio y un corral. El primero es cuadrado y está empedrado. Las cuatro edificaciones que lo delimitan son de igual altura. La de fachada, centrada por un sencillo y gran portalón, es en su mayor parte de uso residencial, con el señorío en el piso alto, con numerosos balcones, y la vivienda de los caseros en el bajo. La crujía izquierda es una extensa nave en la que estaba la cuadra de mulos, así como el pajar y un palomar. En la del fondo, en la planta inferior están las oficinas y vivienda del capataz, y en la superior, la gañanía, que es una sucesión de habitaciones.

Fuente: Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Consejería de Educación, Cultura y Deporte.